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Nombre completo
María Emilia Casas
Fecha y lugar de nacimiento:
1950 (León - España)
Nacionalidad:
Española
Profesión:
Presidenta del Tribunal C
Datos académicos:
Licenciada en Derecho y catedrática de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad Complutense de Madrid.

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El Supremo archiva las diligencias sobre la conversación de Casas con una abogada
María Emilia Casas estaba envuelta en una investigación por supuesto asesoramiento ilegal a una mujer involucrada en el asesinato de su marido
Preside desde hace tres años el Tribunal Constitucional, la primera mujer en alcanzar un puesto de tal envergadura. Progresista y moderada, se ha encontrado a veces en medio de un fuego cruzado.
Ana Nance, la fotógrafa, quiso llevar a María Emilia Casas al salón de actos del Tribunal Constitucional para retratarla allí, en medio de aquel enorme espacio teatral que está hecho para acoger los actos más solemnes de la institución que ella preside, y que desde hace meses está en la boca de la gente más por la política que por la justicia.

Ella preguntó si debía llevar chaqueta para las fotos, y sus ayudantes, León –di¬¬plomático, responsable de su gabinete– e Íñigo –su responsable de comunicación–, le dijeron que sí, que mejor iba con chaqueta. Hasta entonces, María Emilia Ca¬¬sas Baamonde, gallega de Monforte de Lemos, catedrática de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, presidenta del citado y altísimo tribunal, había estado sentada, en mangas de camisa, en un sillón largo de su amplísimo despacho, con las manos cruzadas, muy atenta a las preguntas, risueña muchas veces; nos habían dicho que era seria y lacónica, y que, entre sus pasiones, la de ser entrevistada estaba en uno de los últimos lugares.
Nos habían dicho tanto sobre su laconismo que íbamos con la idea de que al cabo de un rato ya estaríamos con el cuestionario tachado. No puso ninguna objeción a ninguna pregunta, pero en el aire flotaba que algunas de las cuestiones que están bajo el escrutinio constitucional, como el Estatuto de Cataluña y otros asuntos que tienen que ver con la mecánica del tribunal, no debían ponerse sobre la mesa. Porque, simplemente, María Emilia Casas no las iba a responder.
Es gallega, muy gallega, muy de Monforte; allí se hizo y allí halla la paz. Vive ahora en medio de un fuego cruzado que tiene que ver con el debate político nacional, y en esa reyerta, en la que ella es mu¬¬chas veces el espejo roto, debe de haberse herido muchas veces; hasta el punto de que un día interrumpió su laconismo prudente para dar un golpe virtual sobre algunas de estas mesas de madera que la rodean para decir: “Han puesto al tribunal contra las cuerdas”.
Ese asunto, el de su herida y el de las heridas del Tribunal Constitucional, for¬¬ma parte de sus silencios públicos; acaso algún día, cuando el temporal esté en el pasado, podrá explicar cómo se ha sentido dirigiendo una casa donde, como es¬¬cribió alguien, “la mitad de los inquilinos está peleada con la otra mitad”, y esto, esta pelea latente, incluso aquella imagen de una supuesta discusión con la vicepresidenta del Gobierno, resulta evidente por las recusaciones que se han presentado durante el último año, y de las que los medios de comunicación hablan muchísimo más (y de esto se resienten en el tribunal, y se resiente ella), que de las sentencias que aquí se promulgan.
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